La luz de la mañana se deja entrever por una pequeña ventana que da a una calle empedrada. Hasta me parece un lujazo amanecer así, a pesar de la dureza de la cama, y de que ahí a las 6 ya es de día.
[...la luz de la ventana azul que siempre estaba abierta...]
Desayunamos en la plazoleta, en un bar con algunos locales y algunos turistas tomando té, con abejas revoloteando por los vasos y gatos jugando con las faldas de las señoras. Primer café con leche, primer té a la mente y primeros panini (a la miel y a la vaca que ríe).
Primera aproximación también al mundo del kif, con un camarero simpático, aunque lento (como casi todo en Marruecos) y un colgado graciosísimo, que en dos días más seguro que nos hubiésemos echo coleguillas....
[... y unas niñas asomadas a la ventana que se van cuando saco la cámara ]
Es extraordinaria la clama que se respira ahí... [pero de lejos, llegan noticias asesinas... la cruel realidad. Otro duro golpe y yo tan lejos... la impotencia acecha de nuevo… y la rabia…]
Paseamos por las calles que ya habíamos visto de noche, por la abarrotada plaza Uta el Hammam, con la gran mezquita y los jardines de la kashba y las vistas des de la torre. Jelabas y sombreros para protegerse del sol y burros como medio de transporte.
[la gran mezquita -construida en el s. XV por el hijo del fundador de la ciudad, Ali ben Rachid- con una inusual torre octogonal]
[Tres vistas desde las kasba, construida por Mulay Ali ben Rachid. En el s.XVII Mulay Ismail restauró la estructura para defendeer la cidua de las belicosas tribus berebers, así com de los forasteros, como los españoles -aunque ahora nos llaman amigos o vecinos-]
[detalle del interior de la kasba, que actualmente acoje el museo etnográfico y donde asistimos a una clase de recitación del corán. Además hay también un pequeño jardín, aunque no está muy bien cuidado]
[fuente, seguramente para las abluciones - plaza Uta el Hammam]
[el butanero]
Seguimos el paseo hacia la fuente, donde los niños chapotean y las mujeres limpian la ropa. Entre calles azules y blancas y calma.
[Telares, tiendas llenas de espejos, lámparas, ropas y tapices coloreados]
Seguimos el paseo por las calles blancas y azules de Chaouen, calles llenas de magia y encanto, como si las hadas habitasen en él [hadas que nos mandan polvo de mariposas para la península, para otras hadas en apuros].
Y, de noche, en la plaza, el bar sigue lleno, esta vez con locales que juegan al parchís, mientras beben té, y jóvenes que juegan al fútbol, mientras nosotros les observamos mientras saboreamos nuestro té y hacemos las primeras valoraciones del país. ChefChaouen a pesar de no ser una ciudad con demasiadas cosas que ver es un lugar encantador muy apropiado para descansar y relajarse y para disfrutar de las pequeñas cosas. Y fumar! Pero, además, según nos dijeron otros viajeros, también es un buen sitio para pasear entre la naturaleza del Rif, bajando por la cuenca del río, o disfrutar de sus noches frescas mirando las estrellas, con un té en la mano tarareando a Carlos Chaouen.
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