Chaouen – Fes : odisea en la estación (7 agosto 2006)
En la guía ya avisaba que salir de Chaouen no era una tarea fácil, ya que muchos de los autobuses vienen de otras ciudades y a veces ni paran porqué ya llegan llenos. A eso de las 7 estábamos en la estación (el día anterior habíamos ido a la estación para intentar sacar los billetes pero estaba cerrada). La taquilla sigue cerrada y nadie sabe nada. Después nos dicen que en un cuarto de hora, después que a las 8:30h llegará uno, después dicen que a las 10 y así sin parar. El ajetreo en la estación sigue siendo un ejemplo de cómo va el país: enchufes, conocidos, dirhams, gritos. En la espera conocemos a unos italianos que también pretenden salir de Chaouen para ir a Fes. En vista de que no llega el bus, decidimos mirar de alquilar un grand taxi. Otros 3 chicos alicantinos se encuentran en la misma, así que intentamos coger 2 taxis para Fes. La verdad es que nos lo tomamos con filosofía y, al final, resultaron unas horas de lo más cómicas y entrañables: regateos de precios, con una Teresa -una chica alicantinta- de lo más suelta y rotunda (en español, claro!), intentos de alquiler de una furgoneta que conduciría Gianluca (uno de los italianos). Al final también se juntó una coreana que no entendía nada, flipaba al vernos hablar a italianos y españoles con tanta facilidad, alucinaba pensando si en Italia y España se hablaba la misma lengua. Resulta curioso que todos habláramos italiano! Al final, conseguimos los taxis, aunque pagamos un poco más de lo que pensábamos, pero, o eso o no nos movíamos de ahí, porque nadie nos aseguraba que en el bus de las 13h hubiese plazas (además de tardar el doble).
El viaje en taxi también fue peculiar. Los alicantinos y la coreana en un coche y nosotros y los florentinos en otro. Nuestro taxista no hablaba ni papa de francés pero aún y así intentaba comunicarse con nosotros para decirnos lo calurosa que era Fes y para responder a las preguntas que Gianluca le hacía. Hicimos paradas para: poner gasolina, para mear, para hinchar la rueda de repuesto!!! y para comer granadas. Más de una vez pensé que el viaje no terminaría, al tipo no le entraban las marchas y el suelo del coche era una lamina metálica agujereada a través de la cual se podía ver el suelo, vamos, que ni que fuera el coche de los picapiedras!
Llegamos a Fes y conseguimos alojarnos al lado de la puerta de Bab Bou Jeloud, la que dicen es la más bella de la ciudad, en el Hotel Cascade. Sólo quedaba una habitación, así que la compartimos con los alicantinos, mientras que los italianos se quedaban en la terraza (también apodada comuna hippy). Es alucinante lo económico que resulta dormir en Marruecos, eso sí, sin comodidades... ni agua caliente! Pero, con el calor que hace tampoco hace falta.
Y, seguimos caminando por la medina, disfrutando de las miles de tiendas...
El viaje en taxi también fue peculiar. Los alicantinos y la coreana en un coche y nosotros y los florentinos en otro. Nuestro taxista no hablaba ni papa de francés pero aún y así intentaba comunicarse con nosotros para decirnos lo calurosa que era Fes y para responder a las preguntas que Gianluca le hacía. Hicimos paradas para: poner gasolina, para mear, para hinchar la rueda de repuesto!!! y para comer granadas. Más de una vez pensé que el viaje no terminaría, al tipo no le entraban las marchas y el suelo del coche era una lamina metálica agujereada a través de la cual se podía ver el suelo, vamos, que ni que fuera el coche de los picapiedras!
Llegamos a Fes y conseguimos alojarnos al lado de la puerta de Bab Bou Jeloud, la que dicen es la más bella de la ciudad, en el Hotel Cascade. Sólo quedaba una habitación, así que la compartimos con los alicantinos, mientras que los italianos se quedaban en la terraza (también apodada comuna hippy). Es alucinante lo económico que resulta dormir en Marruecos, eso sí, sin comodidades... ni agua caliente! Pero, con el calor que hace tampoco hace falta.
Con mucha hambre, empezamos a descender por las calles de la medina, atiborradas de gente, de tiendecillas con mil y una cosas, a cada cual más chula. Un montón de olores, colores, sensaciones pasan por delante de nuestros ojos. Es imposible dejar de mirar a un lado y al otro… eso sí, con el debido cuidado a que no te atropelle un burro, claro.
Ante la imposibilidad de encontrar un sitio adecuado para comer, volvimos a subir hasta el Hostal, donde había uno de los restaurantes recomendados en la guía, El Kashba. De nuevo, tajine (una especie de estofado cocinado con una cazuela de barro), couscous y, algunos, se arriesgaron a probar la pastilla (un plato a base de pollo, almendras, limón, pasta de hojaldre y azúcar y canela), que más que un segundo era un postre y por lo después leímos, era un plato reservado para ocasiones especiales.
Y, como era de prever, la comida terminó con una fumada masiva, entre viajeros y camareros (empeñados en que Lorenzo entendía el árabe), naturalmente, acompañado con té.
[restauranta Kashba]
Después del ágape, volvimos a adentrarnos en la medina, haciendo esfuerzos para no perderse demasiado. La mezquita, el zoco de los curtidores, de las especias, de los tintoreros (al final, me quedé con las ganas de ver como teñían las pieles, aish!), de las ofrendas, etc. Un verdadero mundo de colores y olores. Y, muchos tenderos intentando seducirnos para vendernos todo y más... y, como no, mucho regateo. Una de las cosas que más me ha gustado de este viaje es la generosidad de los marroquíes (compartiendo lo poco que tienen), pero también de los viajeros.
[en marruecos el acceso a las mesquitas está reservado sólo a los musulmanes creyentes]
Y, seguimos caminando por la medina, disfrutando de las miles de tiendas...
Fes es la más antigua e inmemorial ciudad imperial, posiblemente el corazón simbólico de Marruecos. La ciudad fue fundada poco después de la expansión árabe por el norte de África y España, y se convirtió en el centro religioso y cultural del país. Su identidad fue forjada por cada una de las grandes dinastías y por una población de origen hispanomusulmán y árabe, a pesar de que los bereberes también se establecieron en la zona (lo cual se ve en las tiendas de objetos tradicionales), Fes mantiene una identidad plenamente árabe.
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