diumenge, d’agost 27, 2006

marruecos (V)


Fes: andar sin rumbo (9 agosto 2006)

Mientras mi compi de viaje, supuestamente, se iba al hammam, yo decidí explorar la parte norte de la medina, por donde habíamos entrado. Seguían las tiendas de alimentos y, como no, seguían los marroquíes “acosando” para hacerte de guía. Salí de la muralla, por la parte que da al cementerio judío, con vistas a la ciudad. Me dicen si quiero ir a las tumbas benimerines, pero no me atrevo, parecen un poco lejos y yo sé que soy demasiado confiada. Así que doy media vuelta.

Bajo el sol y sin turistas alrededor, sigo recorriendo otros muros de la ciudad. Algunas puertas, un jardín (creo que el de Bou Jeloud) y parte del palacio real. Media vuelta y para bajo, hasta llegar a la puerta Bab el-Hadid, desde donde se puede ver otra parte del exterior de la ciudad. Al final, voy a parar a un sitio que me sonaba del día anterior y, casualmente, oigo al primer imám recitando. En ese momento, se acerca otro chico, ofreciendo ayuda, pero yo sigo mi camino, hasta llegar a la medina. Esa parte me sonaba, así que decido ir por otro lado menos concurrido, sin tiendecillas y me vuelvo a encontrar al mismo chico. Casualmente o casuísticamente, no sé. Y empezamos a recorrer la medina intentando comunicarnos, yo con mi poco francés y él con “su” francés-amarroquinado. Chakib me cuenta de Fes, de Marruecos, de la vida universitaria y laboral, de religión, de música, de su familia. Realmente es la mejor manera de conocer otra cultura, acercándose a los que viven allí.

[gente que camina hacia la estación de los petit taxis... y, de fondo, el cementerio]



[se escapan de mi cámara o pierden el bus?... de fondo, las murallas que dan a la medina]



[...no me atreví a llegar hasta ahí...]


[varias opciones de transporte]



[un hombre espera en el desierto... y se refugia del sol azotador...]


[arcos y minartes, lo más visto]



[mercado local]


[la entrada de un instituto de secundària]











[puertas y murallas que rodean a la medina de Fez]

[las ventanas de las casas suelen ser pequeñitas y los muros más bien gruesos, para refugiarse del sol... y del frío del invierno que, aunque no lo parezca, también aprieta]


[graffitty marroquí]


Por la tarde, vamos a la Fez El-Jedid, o sea, la parte judía, pasando por el Palacio Real, con el esplendor de sus puertas doradas y sus mosaicos coloridos y los militares que casi me requisan la cámara.

[puerta de Fez El-Jedid]


[callejuela de Fez El-Jedid]


[puerta del Palacio Real]







[detalles de la puerta del palacio real]


[saliendo de Fez el-Jehid]

[humareda provocada por las fábricas que tratan una piedra volcánica]



[penélope...]



Al anochecer vamos a recoger las maletas para ir a la estación, la manera de despedirse de los trabajadores me estremece. Y la ternura sigue con la despedida que nos dedican unos niños y unos señores con los que compartimos muro durante un rato, mientras hacemos nuestro especial aperitivo de aceituna y cola. Fue algo realmente especial el ver como gente a la que no conoces te desea un buen viaje, una feliz vida y te estrecha la mano fuerte, mirándote a los ojos y sonriéndote. De echo, nos hubiésemos quedado. Pero, el viaje debía seguir, no teníamos tantos días. Así que, nos encontramos con Chakib y fuimos a cenar a una pizzería de la parte nueva de la ciudad. Resultó curioso e interesante ver el contraste de las dos partes. La Nouvelle Ville de Fez no dista demasiado de cualquier ciudad occidental, con bares y restaurantes, coches y gente sentada en las terrazas. Realmente, el contraste con sus conciudadanos es demasiado fuerte y deja entrever como se vive ahí.

El viaje en tren resultó otra experiencia inolvidable. Viajamos sentados en un compartimiento de 8 personas. Creíamos que podríamos estirarnos un poquito, el vagón no iba lleno, pero eso duro poco y empezó a entrar al compartimento… y con ellos entró el calor y los sudores. Pensábamos morir de asfíxia ahí mismo. Era horrible! Hasta que, empezamos a helarnos con el aire acondicionado. Seguían los contrastes. Al final conseguí dormir un rato… eso sí, con la ayuda de Carlos Chaouen de fondo.

Y, llegamos…