Fes: andar sin rumbo (9 agosto 2006)
Bajo el sol y sin turistas alrededor, sigo recorriendo otros muros de la ciudad. Algunas puertas, un jardín (creo que el de Bou Jeloud) y parte del palacio real. Media vuelta y para bajo, hasta llegar a la puerta Bab el-Hadid, desde donde se puede ver otra parte del exterior de la ciudad. Al final, voy a parar a un sitio que me sonaba del día anterior y, casualmente, oigo al primer imám recitando. En ese momento, se acerca otro chico, ofreciendo ayuda, pero yo sigo mi camino, hasta llegar a la medina. Esa parte me sonaba, así que decido ir por otro lado menos concurrido, sin tiendecillas y me vuelvo a encontrar al mismo chico. Casualmente o casuísticamente, no sé. Y empezamos a recorrer la medina intentando comunicarnos, yo con mi poco francés y él con “su” francés-amarroquinado. Chakib me cuenta de Fes, de Marruecos, de la vida universitaria y laboral, de religión, de música, de su familia. Realmente es la mejor manera de conocer otra cultura, acercándose a los que viven allí.
Por la tarde, vamos a la Fez El-Jedid, o sea, la parte judía, pasando por el Palacio Real, con el esplendor de sus puertas doradas y sus mosaicos coloridos y los militares que casi me requisan la cámara.
Al anochecer vamos a recoger las maletas para ir a la estación, la manera de despedirse de los trabajadores me estremece. Y la ternura sigue con la despedida que nos dedican unos niños y unos señores con los que compartimos muro durante un rato, mientras hacemos nuestro especial aperitivo de aceituna y cola. Fue algo realmente especial el ver como gente a la que no conoces te desea un buen viaje, una feliz vida y te estrecha la mano fuerte, mirándote a los ojos y sonriéndote. De echo, nos hubiésemos quedado. Pero, el viaje debía seguir, no teníamos tantos días. Así que, nos encontramos con Chakib y fuimos a cenar a una pizzería de la parte nueva de la ciudad. Resultó curioso e interesante ver el contraste de las dos partes. La Nouvelle Ville de Fez no dista demasiado de cualquier ciudad occidental, con bares y restaurantes, coches y gente sentada en las terrazas. Realmente, el contraste con sus conciudadanos es demasiado fuerte y deja entrever como se vive ahí.
El viaje en tren resultó otra experiencia inolvidable. Viajamos sentados en un compartimiento de 8 personas. Creíamos que podríamos estirarnos un poquito, el vagón no iba lleno, pero eso duro poco y empezó a entrar al compartimento… y con ellos entró el calor y los sudores. Pensábamos morir de asfíxia ahí mismo. Era horrible! Hasta que, empezamos a helarnos con el aire acondicionado. Seguían los contrastes. Al final conseguí dormir un rato… eso sí, con la ayuda de Carlos Chaouen de fondo.
Y, llegamos…
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